domingo, 12 de junio de 2011

De las Personas y la Calidad de Servicio

Mi siguiente post, tiene que ver con la “calidad de servicio”. No la calidad que esperamos recibir como parte de una política de cualquier establecimiento, tienda o afín, sino en la calidad que nos pueden brindar las personas que laboran allí.  Pensé en esto, luego de leer el post “McDonald's está waste” en el blog del amigo @gordonesroo, donde se resalta el decaimiento de la otrora excelente cadena de comida rápida.

Es extraño y ocurre con más frecuencia de lo que quisiéramos, que muchas personas actualmente postulan a un trabajo “por necesidad” y una vez conseguido, se transforman en una especie de carga para las empresas por dificultades en la adaptación o simples desacuerdos con las políticas de la misma y estos aspectos negativos lo proyectan en una mala atención a los clientes.

He tenido la mala experiencia de pasar por casos en que, al entrar en una tienda a buscar algo y habiendo personal presente, nadie atiende.  Muy ocasionalmente, me quedo por la imperiosa necesidad de adquirir el bien que estoy buscando, pero en la mayoría de los casos, abandono el sitio sin siquiera preguntar.  La sola actitud de las personas que allí se encuentran, repele cualquier intención de una compra satisfactoria.  Recientemente he visto muchos comentarios acerca del tema en los bancos.  Imaginen la publicidad de los bancos donde vemos lindas y simpáticas chicas y cuando nos dirigimos a una oficina, todo lo contrario.  Obvio que acá no se trata de lo físico, sino de lo personal.

En otras oportunidades, no menos desagradables por cierto, alguien se acerca y atiende a los clientes como si estuviesen allí  “por molestar”.  Como si se les hubiese interrumpido algún momento de interesante conversación o descanso y simplemente atienden por el compromiso que tienen con el establecimiento.  Hace poco me sorprendió una persona en una tienda, que tan pronto me vió ya con los objetos a comprar en las manos, se acercó a mí con un pequeño papel, donde anotó un número y sonriente me dijo “si le preguntan en caja por quién lo atendió, entregue este papel”.  Tomé el papel y tan pronto se alejó, lo boté.  No sé si estuvo bien, tal vez lo correcto hubiese sido hacerle ver lo equivocada que estaba con su “viveza criolla”, pero no me pareció oportuno darme “mala vida” esa tarde, para decirle a otra persona cómo debe hacer “mejor” su trabajo.  Probablemente, las reacciones varían de persona a persona, como sería natural.  En consecuencia, ¿quién visitaría nuevamente un sitio donde le hayan tratado mal?.  

Seguramente algunos de quienes lean este post lamentablemente habrán coincidido en estas malas experiencias (espero que no muchos).  Me pregunto si algunos habrán tomado acciones más contundentes ante la mala atención.  No es de extrañar presenciar casos en que los clientes reclaman airadamente y exigen la rectificación ante un mal proceder por parte de quien atiende.  Lo que si es seguro es que, actualmente, hay mucha mala educación en lo que respecta a calidad de servicio.  No pareciera haber la intención de hacer las cosas de mejores formas.  No hay espíritu o mística necesaria para “atender eficientemente".

Investigando un poco al respecto, encontré una interesante enumeración de puntos y/o características que definen el buen servicio o más bien, la calidad de servicio.  Se pueden leer en www.infomipyme.com, este sitio hace una recopilación interesante de prinpicipios que definen una “calidad de servicio eficiente”. Puedes leer el sitio específico aquí.  Naturalmente, algunos de los puntos señalan directamente al individuo como "productor" de la calidad. Uno de los puntos, indica "trato cortes". Ninguna empresa que intente incluir este elemento entre sus políticas logrará implementarla si su recurso humano no está dispuesto a hacerlo.  Creo que la sociedad actual, ha planteado tantas diferencias entre las personas, que ellas en su trabajo cotidiano en contacto con “clientes”, reflejan de alguna forma su acuerdo o desacuerdo con esos planteamientos.   Hay países que incluso han creado institutos encargados de la preparar personas con orientación a dar servicios en las mejores condiciones y en busca de buenos resultados.

Finalmente, habiendo señalado la existencia de esta característica no tan deseada en las personas, quisiera también resaltar la contraparte.  Hay aquellos que se apasionan con su trabajo a tal punto que se esmeran en que sus clientes reciban con gran agrado sus servicios, llegando incluso a crear lazos de afinidad amistosa que duran mucho tiempo. ¿Quién no tiene su arepera favorita? ¿Quién no tiene su restaurant favorito y no solo por los precios, sino por las personas que le atienden?  Ojalá por siempre sean la mayoría.

Estas personas que tienen como pasión el buen servicio, dan lugar a un concepto que muy poco se resalta actualmente y es la “calidad humana”.  Cuidar los vínculos con otros seres humanos.  De nada vale pasar la mayor parte del día en un ambiente de trabajo, donde las personas no son capaces de cumplir con una pequeña parte de la naturaleza humana: dar, convivir, amar, servir... ayudar. Es gratificante luchar por una prosperidad económica, y la magia de eso estriba, ni más ni menos, en poder ver sonreír a alguien a quien le damos el privilegio de disfrutar del momento.

Debemos educar... todo inicia en casa.

¿Cuál ha sido tu experiencia? si fue mala o buena, ¿qué has hecho? ¿cuál sería tu sugerencia para que esas cosas no sucedan? ¿crees que el cliente tenga alguna influencia directa en el comportamiento de quien le atiende?  



No hay cosa por fácil que sea, que no la haga difícil la mala gana.
Juan Luis Vives. (1492-1540) Humanista y filósofo español.

lunes, 6 de junio de 2011

Filósofos en las redes sociales

Adelanto que este no es un post filosófico. Más bien, quiero resaltar la existencia de esa característica en muchos de los que hacemos uso de las redes sociales.

Según se define en WordReference, el filósofo es una “persona aficionada a filosofar”. La misma fuente incluye una definición para esta actividad: “Reflexionar, exponer ideas sin valor sobre cosas trascendentales”.

¿Quién no ha compartido con sus amistades en cualquier red social, algún dicho, verso, reflexión, frase o simplemente algo que pensó y que le pareció bien hacerlo público? Tan solo la pregunta nos impulsa a detenernos a revisar. Algunas muy profundas, otras tan simples que seguramente las hemos vivido.

Y es que creo que toda persona tiene su momento de inspiración. Todo ser que conversa y se comunica, tiene las herramientas necesarias para filosofar. Incluso, algunos no necesitan leer mucho para inducir a otros a ponerse a pensar con algún comentario sencillo.

Este curioso comportamiento resalta actualmente en las redes sociales, donde diariamente y con mucha frecuencia aparecen “folósofos”. Hay los que tienen mucho que decir. Otros de pocas palabras, pero apropiadas. Unos que toman el pensamiento o reflexión de alguien “famoso” y lo transmiten ubicando esas palabras en el contexto de una actividad en pleno desarrollo o de reciente curso.

Una duda surge y es cuánto comprendemos, de lo que como “filósofos” de turno, escribimos. Sería interesante poder medir, cuánto de lo que se quiere transmitir, se cumple tanto por quien lo escribe como por el que lo lee y circunstancialmente, opina sobre el tema. ¿Cuánto de eso aplicamos en común para aprender o enseñar a ser mejores personas?

Cada pensamiento serio (algunos creo que no lo son tanto) es una reflexión sobre alguna situación que como seres humanos estamos sujetos a vivir. En cualquier rincón del mundo, habrá personas cuya única diferencia vivencial es el idioma, pero con muy pocas variantes, sus vidas son activamente coincidentes con la mía, la tuya lector, y con la de muchos quienes nos rodean. Entonces, aquella reflexión que algún día leímos o tal vez oímos, puede tener su momento y en la actualidad, se difunde mucho más rápido y con mucho alcance a través de las redes sociales. ¿No es un fenómeno extraño que hoy día muchas personas usen Facebook por ejemplo (he visto muy pocos en Twitter, pero no quiere decir que no se haga), para pedir cosas a Dios? Y lo hacen con plena fe de que su mensaje a través de cualquiera de esos medios electrónicos llegará con mayor inmediatez, es decir, hasta pueden colarse, en la larga lista de peticiones que le hacen a este ser de la Divinidad. Bien, debemos suponer que es el momento de reflexión que necesita expresar cada individuo y siente que debe dar a conocer su intención a sus amistades en la red. Al fin y al cabo es la libertad de cada quien, así como la nuestra leerlo, o ignorarlo, coincidir con ello o comentarlo, o darle un definitivo bloqueo a sus reflexiones.

Ojalá, cuando no seamos nosotros los filósofos, alguien más esté haciendo “la tarea” de analizar y dar significado a aquellas situaciones sin importancia aparente. ¿No sería genial que pudiéramos realmente basar nuestras vidas en las mejores reflexiones?

Hasta ahora los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo pero de lo que se trata es de cambiarlo” (Karl Marx)

Gracias hermano! por tu tiempo y apoyo!